El cantante

     Las luces caían sobre su cabeza agachada. Le preocupaba que el sudor de sus manos provocara algún accidente con el micrófono. En silencio, y con la respiración agitada esperaba el conteo que le anunciaría su entrada. “¿Qué hago yo aquí?” Aún no se explicaba cómo ni porqué había llegado allí. Las luces bajaron y escuchó la cuenta regresiva: “Comenzamos en tres… dos… uno…” La música comenzó y él se quedó mirando al suelo aguardando el compás exacto para comenzar. 

El auditorio reducido era el escenario escogido para la gala benéfica, donde las personas más prominentes de la industria se dieron cita para calmar sus conciencias. Trajes de noche, prendas lujosas y copas sonando acompañaban las risas forzadas que auguraban las más frágiles relaciones. Todo el murmullo cesó cuando comenzó la música. 


Los primeros segundos de la pieza parecieron eternos para el cantante. Trabajó duro para llegar allí. Puso su corazón, tiempo y dinero para hacerse camino en este mundo, y ahora que lo había alcanzado se cuestionaba si todo fue en vano. No le gustaban los reflectores. La luz del perseguidor pesaba sobre él. “Yo solo quería cantar”, pensaba. No quería estar allí. Se sentía que no pertenecía. “Le pasa a todos, es el síndrome del impostor”, le decía su productor para que se calmara. No era la primera vez que se paralizaba. Los nervios no eran los responsables, era su renuencia a ser el centro de atención lo que le impedía continuar. Nunca quiso grandeza, era feliz con el reconocimiento de los que amaba; eran los únicos aplausos que le importaban, aunque tuvo que llegar hasta ese momento para darse cuenta. 


La habitación enmudeció esperando las melodías que saldrían de su boca. Levantó la cabeza y miró al frente. Sus ojos se encontraron con la frialdad de las luces. No había emoción en ellas, pero eran muy diligentes en ocultarle la audiencia. ¿Cómo conectaría con ellos? Aun así intentó dar la primera nota. No pudo. Pidió disculpas y se retiró dejando caer al suelo el micrófono sonoramente. Jamás volvió a pisar un escenario. 


Entendió que cuanto más lejos llegó, más se alejó de lo que amaba. Prefería una y mil veces cantar al oído de su esposa y sentir el calor de su respuesta, que los vítores de cualquier desconocido. La admiración de las multitudes solo conocerían su talento, el amor de los suyos conoce el corazón del hombre detrás de la voz. Desde ese día comprendió que el talento no define el propósito

Comentarios

  1. Muy bueno, aunque algunos podrían interpretarlo como falta de valor para enfrentarse a los retos. El final es hermoso, pero, para mí, regresar a los suyos después de entrentar el reto, vencer, y entonces percartarse de lo que importa en la vida. Sin embargo, es tremenda narración y el mensaje sublime y amoroso.

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  2. Me imagino la parte de la historia donde pensaste eso. 😁 Gracias por leerme.

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