¿Por qué buscan entre los muertos?
La relevancia de la pregunta que hicieron los ángeles sigue vigente: “¿Por qué buscan entre los muertos a alguien que está vivo?” Fueron las mujeres que iban a ungir el cuerpo de Jesús las pioneras en escuchar la interrogante que aún hace eco el día de hoy. Sin embargo, a muchos no le interesa la obra de Jesús en la cruz ni su resurrección. Muchos no creen en Él, otros sí; aunque hay un gran número de personas que en parte adoptan sus enseñanzas como filosofía de vida. Ser amables, ser compasivos, altruistas, dejar de lado el egoísmo, todas parecen buenas opciones de conducta y ninguna de ellas es apática a nadie. El asunto es que la obra de la Cruz es mucho más que eso.
Jesús es más que una filosofía de vida, es más que un código moral; es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6) ¿Camino de qué?, ¿verdad de qué?, ¿cuál vida? Es el camino al Padre, es la única verdad que debe guiar nuestra vida, es la vida que no se acaba, la vida eterna, todo eso y mucho más: Salvador, redentor, amigo, abogado, defensor, es la Roca, nuestro refugio, proveedor y la lista sigue.
Lo que Cristo ofrece es demasiado para una simple filosofía de vida. Una meta tan alta no se encuentra solo siendo simpatizante de las enseñanzas de Jesús, hay que vivirlas. El problema es que el precio es alto: morir a nosotros mismos. Nuestros deseos y nuestros anhelos tienen que ser sustituidos por los planes de Dios para nosotros. Ahí radica la verdadera paz, en hacer la voluntad de Dios y vivir para Él. Tenemos miedo de que ese llamado sea oneroso y no tomamos en cuenta que quien nos creó sabe todo de nosotros. Él puso en cada uno lo necesario para cumplir su voluntad, pero el pecado que vive en nuestro ser nubla el entendimiento.
Cómo vemos a Dios determina la confianza que tenemos en Él. No me mal entiendas; Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos, pero nuestra visión acerca de Él tiende a ser el barómetro de nuestra entrega. Si vemos a Dios como uno que se complace en vigilarnos para castigar cuando pecamos, caminaremos en miedo. Si lo vemos como un padre amoroso que corrige, pero también alienta tendremos la confianza de arrojarnos a sus brazos porque sabemos que Él está en control de todo.
No estoy hablando de un ser mezquino con ideas de un amor todo-permisivo; ese es el tipo de amor superficial que ofrece este mundo. Hablo de un Dios tan amoroso para levantarnos del suelo y enseñarnos a caminar. Un Dios que está con nosotros en las buenas y en las malas. Uno que es fiel y verdadero. Uno en quien se puede confiar.
Una filosofía no es suficiente. Una figura histórica no alcanza. Es necesario un Dios vivo.
“¿Por qué buscan entre los muertos a alguien que está vivo?”
Excelente.
ResponderEliminarMe gustó mucho la manera en la que hablas de la necesidad de un Dios vivo y como nuestra entrega a Él depende de como lo veamos. Ciertamente, si simplemente eres simpatizante del Dios vivo, tu entrega va a hacer limitada a lo que crees que es Dios, pero si tu visión de Dios es la del Dios vivo, de la Biblia, tu entrega será total al Dios que envió a su hijo para que todo aquel que crea en Él, no se pierda, más tenga vida eterna en Cristo Jesús.
ResponderEliminar¡Hermoso!
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